El black metal encarnado por Goatwhore no es una simple manifestación de oscuridad; es una ceremonia demoníaca que se desarrolla a lo largo de 47 minutos, dejando tras de sí un rastro de devastación y caos. Cada nota, cada acorde, es esgrimido con maníaca devoción, como si estuvieran realizando un ritual siniestro. Esta música no surge de la casualidad, sino de una pasión abrasadora por la caza de la discordia y el grito del abismo. La intensidad que esta banda canaliza en las 12 pistas que componen este álbum, a pesar de una introducción inicial que desentona, es inmensamente satisfactoria, pero también profundamente inquietante.
La voz de Goatwhore se alza como un aullido infernal, un grito demoníaco que se convierte en el hilo conductor de este viaje a través de las sombras. Los riffs, oscuros y letales, cortan como cuchillas afiladas, su poder aumentando con cada compás. Pero no se detienen ahí, también ofrecen solos ensordecedores y melodías retorcidas que se adhieren a tu mente como una maldición eterna. El bajo proporciona un respaldo vital, como el pulso de una bestia antigua, y la batería martilla con una ferocidad implacable.La banda exhibe un talento innegable en su estilo híbrido, que mezcla la brutalidad del death metal con una hostilidad ennegrecida y riffs del thrash que desgarran el alma. Pero no se limitan a eso; también exploran su lado más oscuro y atmosférico, especialmente en la canción principal y el cierre del álbum, "And I Was Delivered from the Wound of Perdition", creando un ambiente aún más diabólico.
"Angels Hung from the Arches of Heaven" no es simplemente un álbum que merece ser escuchado; es un pase directo a un pacto con fuerzas sobrenaturales. Esta obra no se limita a satisfacer tus sentidos, sino que te sumerge en un abismo de terror auditivo, reafirmando que Goatwhore no solo es intrépido, sino que también explora sin temor los rincones más oscuros de la música, desvelando su auténtica esencia demoníaca.